jueves, 15 de diciembre de 2011

Crónica del duelo


Viste como esto de que cuando una mujer se separa inevitablemente se lo tiene que decir a ciertas personas que superan algunos límites y barreras, a quienes yo llamo “daño colateral”. Está el relato obligado y doloroso: Familia y amigos. Ellos son los que te van a dar la razón, y tu ex siempre va a ser un hijo de puta, pero vos medio boluda por no darte cuenta (excepto que seas una loca y hayas limado totalmente al tipo), y entonces lo que iba a ser un consuelo y desahogo termina siendo una tragedia griega porque aparte de llorar por la separación llorás porque te dicen que sos boluda (o loca en su defecto).
Después del clásico duelo (que incluye kilos de helado, golosinas y otras porquerías por las cuales vas a llorar cuando decidas levantarte de la cama y ponerte ropa para salir) te empezás a dar cuenta que tu vida quedó en stand by: tus amigas te llaman para salir y no querés porque todo te recuerda a él y ni siquiera asomás la nariz a la calle para ir a al médico o a hacer las compras.
Cuando empezás a salir del letargo te avivás de que se te pasó por completo el chequeo anual con la ginecóloga, pero antes de sacar el turno te das cuenta que con los pelos que tenés en vez de al ginécologo te van a mandar al proctólogo para que te revise la próstata. Después de meses volvés a lo de Betty, tu depiladora de confianza, quien tras no verte por largos meses te dice, en tono de reproche y pensando que la engañaste con otra, que hace rato que no te veía por ahí. Vos, tonta, sin saber que decir, sonreís y te empezás a desvestir. Es inevitable que Betty abra los ojos como platos y te mire las piernas, es ahí cuando te vuelve a tratar con dulzura ya que está clarísimo que la única cera que tuviste cerca fue la de las velas del último cumpleaños al que fuiste. Medio con culpa, medio con vergüenza, sonreís y le decís brevemente que te separaste y te dejaste estar. Ella pone esa cara de compasión que te hace sentir peor y te anima diciéndote: “Pero bueno, ya está, el duelo terminó y por eso ahora venís a ponerte divina para volver a las pistas”. Nuevamente sonreís como idiota sin saber que decir porque evidentemente te parece patético que tu vuelta a las pistas implique que el único romance que vas a tener va a ser con un espéculo. En esa dolorosa media hora ella te cuenta que cuando se separó le pasó lo mismo, pero que ahora vive para ella y para disfrutar. Vos lo único que hacés es sonreir, mover la cabeza y hacer algunas exclamaciones, pero en el fondo sabés que si terminás como ella ya te estarías ahogando en el balde de cera caliente.
Después de estar sin un pelo vas a tu turno con la ginecóloga con un poco menos de vergüenza y culpa. Pero en el camino te ponés a pensar en lo al pedo que seguís tomando anticonceptivos: Gastás plata, tiempo y te metes hormonas a lo loco cuando el único cariño que recibís es el de tu gato, por ende no corrés riesgo de embarazo. Llegás y lo primero es la obligada visita a su escritorio donde te hace una serie de preguntas incómodas y absurdas (como por ejemplo si no tuviste relaciones los últimos 2 días y te dan ganas de responderle que se quede tranquila porque el estudio en ese sentido va a salir bien, que se preocupe más porque tal vez no te entra el espéculo por lo cerrada que la tenés). Pasás  a la camilla y te desvestís para que la doctora haga lo suyo: Manosearte las lolas, Pap y meterte los dedos hasta la garganta. Te vestís y volvés al escritorio para que te de las órdenes de los análisis y las recetas de los anticonceptivos y ahí la frenás y le decís que no vas a seguir tomándolos. La doctora se queda callada como esperando una explicación mas extensa, pero no te pregunta nada…pero tampoco te dice nada así que decidís contarle que te separaste y te parece innecesario seguir tomándolos ya que no tenés relaciones hace tiempo (y por como viene la mano parece que ese estado no va a cambiar). Ella te responde que igual podés seguir con los anticonceptivos porque los que tomás no tienen tanta carga hormonal y siempre es mejor estar 100% cubierta, por las dudas. En ese momento deja de lado la frialdad profesional y te dice esto último con una sonrisa.
Después de los episodios en la depiladora y en la ginécologa creés que tu autoestima no puede estar peor y que el daño colateral superó más de lo que permite tu depresión. Pero por un momento pensás: ¿Y si grito por todos lados que me separé, así la gente me deja de romper las pelotas?

2 comentarios:

  1. Espectacular... Yo deje el ETER por razón... me sentí identificada, me mate de risa con lo que escribiste... es muy cierto los episodios que tenemos que pasar.... Buenisimoooooooo!!! Aplausos!!! Me encanto!!!

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