domingo, 12 de enero de 2014

El bluesman argentino

Cuando Gabriel Grätzer tenía cinco años escuchó por primera vez el disco Beatles For Sale de The Beatles. Las canciones Babys in Black, Kansas City y Rock and Roll Music “le volaron la cabeza”. En ese momento no sabía qué era ni que esos temas estaban emparentados con el blues pero luego entendió que el cuarteto de Liverpool lo había inspirado.
Es una creencia popular pensar que algunas profesiones vienen de familia. En el caso de Gabriel la historia parecía tener un final obvio: En 1946 su tío abuelo Guillermo Grätzer fundó el Collegium Musicum de Buenos Aires con el objetivo de enseñar música disfrutando de ella. Su abuela, Beatriz Grätzer, lo presidió por más de 30 años y desde 1978 ese cargo lo ocupa su padre, Ricardo. En la casa de los Grätzer siempre había música de fondo, muestras de fin de año de los alumnos de su papá y jóvenes que iban a clases particulares. Sin embargo hasta los 12 años Gabriel quiso ser geógrafo, a los seis ya podía dibujar mapas con facilidad y su mayor sueño era viajar por el mundo. Hoy en día, a punto de cumplir los 41, Gabriel cree que de alguna forma pudo conjugar ambas pasiones gracias a las giras: “Son lo más cercano a la geografía que pude experimentar: ver los ‘mapas’ desde el avión, conocer ciudades, países y accidentes geográficos. Visité cuatro de los cinco continentes”. Además destaca que toda su familia se dedica al género clásico mientras que él optó por la música popular y por eso cree que es imposible hacer “pasadología” y buscar su vocación en sus orígenes.

La guitarra y su voz no son la única conexión que tiene Grätzer con la música. En el 2000 fundó la Escuela de Blues (ubicada en el barrio porteño de Palermo en una casa antigua que comparte con el Collegium Musicum) con la intención de crear un lugar donde los amantes del blues pudieran tener un espacio común y generar una estructura para un género que no es propio de la Argentina. Nunca se propuso ser docente, simplemente fue algo que “nació” dentro de él y Grätzer no cree que se interponga con su carrera musical: “No son dos carriles separados, son una unidad que se manifiesta permanentemente por que el núcleo soy yo. Uno hace docencia arriba de un escenario pero también es un artista en el aula”.
Después de 13 años la escuela creció y más de mil personas pasaron por sus aulas. De hecho, según Grätzer, no hay banda de blues de Buenos Aires que no tenga alumnos, profesores o ex alumnos de su institución. Hoy cuentan con un estudio de grabación, producen festivales y editan su propia revista, Notas Negras, cuya finalidad es estimular, a través de la investigación, la difusión de la cultura musical afroamericana.
     Grätzer
fue nombrado "Embajador Argentino del Blues en el Mundo" tras regresar de su gira Europea, Asiática y Sudamericana por 12 países y 47 ciudades. Algunos de estos viajes los realizó a través de la Cancillería Argentina, lo cual generó el reconocimiento mediante cartas oficiales en numerosas sedes diplomáticas de los lugares que visitó. Para él la distinción es
un mérito al trabajo que hace pero el verdadero reconocimiento es para los grandes maestros del blues. “Esta no es nuestra música, simplemente la tomamos prestada y lo que intentamos es mantener la herencia folclórica del blues viva. No creo que ésta ni ninguna otra distinción ayude a una carrera. Internamente uno siempre debe saber dónde está parado, con o sin un título. Soy una persona haciendo lo que le gusta”, reflexiona el bluesman argentino y por ese motivo no se considera un referente del género sino un puente entre los “maestros” y las nuevas generaciones.
     Grätzer adoptó el género e hizo de la docencia una misión para la transmisión de esa cultura, ya que para él el blues va mucho más allá de la música. Lo primero que le pregunta a una persona que asiste a su clase es qué escucha y si el gusto no es compartido le cuesta mucho seguir adelante con la enseñanza. Hace tres años un chico que recién salía del secundario lo contactó para entrar al conservatorio. El futuro estudiante era fanático de Luis Miguel y Ricardo Montaner, a pesar de su reticencia Grätzer lo aceptó. Cuando las clases dieron sus frutos y el joven pasó el ingreso quiso retomar el aprendizaje. El músico no supo cómo explicarle que sufrían de una gran incompatibilidad musical así que optó por decirle que sus cupos estaban llenos y que le recomendaría otro profesor.
     La otra pasión de Grätzer es el fútbol y para explicar la relación de los artistas con el blues utiliza el deporte como disparador. Según él al observar dos jugadores con la misma camiseta de un club europeo, por ejemplo, es fácil distinguir cuál es argentino y cuál uruguayo. “El primero tiene esa actitud desprolija, del potrero y el otro es un tipo que le pone mucha garra – interpreta el embajador del blues – Pero si ves a un argentino tocando blues norteamericano o británico no hay nada en su forma de tocar que te diga que es de acá, no hay un ADN del blusero argentino”. Con respecto al género dentro del territorio nacional cree que existe uno de origen argentino que es identificable porque mezcla aspectos del blues tradicional con cosas del rock y donde también influye el idioma. Este estilo fue el sello de bandas como Memphis La Blusera y La Mississipi, así como de Norberto Nappolitano. Mientras tanto Grätzer se identifica como un argentino capaz de recrear el blues original aunque lo toque a su manera.

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