martes, 12 de noviembre de 2013

"Hogar dulce hogar" por Martina Bondone y María Laura Guzmán

El obstetra francés Michel Odent es uno de los pioneros del parto natural. El doctor considera que la mujer se ha visto obligada a dar a luz de determinada forma “por los años de opresión y patriarcado a los que ha sido sometida”. Su visión se basa en la premisa de que todas las personas son mamíferos, y tanto en las experiencias sexuales como en las del nacimiento se debe dejar de lado la parte humana y explorar la animal. Buscar que la intervención externa sea lo menos invasiva posible.

En los últimos años, cada vez más parejas proponen el parto natural como una opción viable. La práctica se hizo más visible y las mujeres que la eligen ya no se ocultan.
La principal diferencia con el parto clínico es que todas las decisiones quedan a cargo de los padres.
En una institución las reglas del juego las pone el lugar, pero en casa no hay reglas”, explica la licenciada en obstetricia y partera Cecilia Thurin, quien además optó por esta modalidad para traer a sus hijos al mundo. Una de las mayores consideraciones es evaluar los riesgos y siempre tener “un plan B”. Según Thurin se debe estar a “no más de 30 minutos de un centro de salud por cualquier eventualidad”, además de tomar conciencia de que en los partos caseros no hay un respaldo institucional. Este tipo de alumbramientos son más libres en cuanto a posiciones, movimientos, horarios y vínculos porque se puede elegir a las personas que acompañarán a la mamá durante el proceso. “Cuando decidimos parir en casa con mi pareja yo ya asistía partos domiciliarios, pero si él no me hubiese acompañado no hubiera podido hacerlo. Me bancaría todas las intervenciones: las sondas, los pinchazos, la falta de contacto, los minutos perdidos de apego y las rutinas hospitalarias – cuenta Thurin- Pero no soportaría el maltrato hacia mis bebés”.
Mientras que las parteras, tanto para asistir en hogares como en centros de salud, deben prepararse académicamente para ayudar a la parte biológica, también acompañan desde lo afectivo. Este último rol lo comparten con las doulas, las encargadas de dar apoyo emocional y brindar información para disipar dudas y miedos. El fin de este oficio es la solidaridad hacia la mamá durante el embarazo y el nacimiento.
“Para ejercer esta profesión es necesario haber atravesado personalmente la experiencia de la maternidad. Ese es el recurso básico, antes de los conocimientos teóricos”, afirma Roxana González, psicóloga con una vasta experiencia en el servicio de obstetricia de hospitales públicos porteños. Ella pudo presenciar y acompañar algunos partos, lo que despertó curiosidad sobre estas prácticas.
A fines del año 2004, Graciela Cobe (de Fundación Creavida), quien se había capacitado en Londres con Michel Odent, armó encuentros con mujeres que querían aprender sobre esta nueva modalidad de asistencia en partos. En 2005, la Fundación de Lactancia y Maternidad trajo a Buenos Aires a una doula de la organización internacional DONA. González participó de estos seminarios para comenzar su capacitación. “Luego continué con el proceso de certificación, que dura dos años”.
La Organización Mundial de la Salud, el Colegio Americano de Enfermeras-Parteras, la Asociación Americana de Salud Pública y la Asociación Perinatal Nacional apoyan tanto los partos en el hogar como otras opciones fuera del hospital para mujeres de bajo riesgo. Sin embargo para Marcelo Guz, director del Hospital de Agudos Teodoro Alvarez del barrio de Flores, en Argentina aún no existe la estructura necesaria para extender esta práctica. González comparte la visión de que el país no tiene el respaldo institucional para llevar a cabo partos en hogares, pero las consultas de futuras madres y de los profesionales que se quieren especializar en el tema crecieron en los últimos 15 años. “Sin embargo creo que las mujeres están comprendiendo que quieren crear un mundo en el que el acto fundante de nacer no sea sistemáticamente sometido a la violencia y que, por el contrario, sea un encuentro íntimo y amoroso”, explica la doula.
Para aquellos que desarrollan la práctica tradicional de partos clínicos, como el caso de Raúl Fernando Bravo, obstetra del Hospital Churruca Visca, el alumbramiento domiciliario tiene la gran desventaja de no contar con un servicio de urgencia a mano: “En obstetricia hasta los segundos son vitales y cualquier complicación que obligue a tomar una conducta quirúrgica, sería imposible en una casa. Por más que el panorama previo al trabajo de parto parezca ser el más óptimo todo puede volverse una urgencia y con la necesidad de una pronta resolución porque están en juego dos vidas”.


Según Cecilia Thurin, desde su lugar como partera, muchas mujeres deciden dar a luz en su hogar porque vivieron situaciones violentas en experiencias previas. Las parturientas son inmovilizadas en las camillas, obligadas a parir en posiciones incómodas, abandonadas y sin compañía familiar. Son objeto de insultos, de quejas sobre su comportamiento general, víctimas del uso de apelativos negativos como “mami”, “gordita” y “nena”. Y todo esto se ve agravado por la desinformación sobre las prácticas a las cuales son sometidas. Sin embargo para el doctor Bravo estas denuncias son “comentarios tendenciosos”. Desde su lugar intenta respetar los deseos de las parturientas, pero acentúa las diferencias entre clínicas privadas y públicas que van desde lo edilicio hasta el componente humano. “Por ejemplo está la creencia de que los gritos de las pacientes molestan, pero en verdad lo ideal es que administren el aire en el parto expulsivo para poder pujar y eso es lo que se les remarca”, finaliza el obstetra.

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