Libros
colgando del techo o abiertos sobre lonas en el piso ocupando la mayor parte de
una amplia habitación, hojas sueltas, papeles secantes que vuelan mientras una
decena de ventiladores colocados improvisadamente funcionan sin cesar. En ese escenario conviven personas
que comparten el amor por esas encuadernaciones, como los socios y trabajadores
de la Biblioteca
Popular Cornelio Saavedra, y se dedican a ayudar en el rescate
de aquellos tesoros literarios.
Saavedra fue uno de los barrios más afectados
de la Capital Federal
tras el temporal del 2 de abril. El radio comprendido entre las avenidas Cabildo, Balbín, General Paz y Crisólogo Larralde presentó anegamientos
en varios tramos, así como el Barrio Mitre ubicado en el límite que separa la Ciudad y la Provincia de Buenos
Aires. A una semana el panorama no mejoró: de los ocho muertos en
Capital dos corresponden a la zona, varios edificios siguen desagotando sus
garajes, los autos arrastrados por la corriente están abandonados en una
plazoleta sobre la calle García del Río y en cada esquina reposan los restos de las pertenencias de los
vecinos.
Desde la Biblioteca Cornelio
Saavedra se hizo un pedido que no tardó en ser respondido por vecinos y socios:
donar papel higiénico, rollos de cocina y servilletas, además de ventiladores para empezar el proceso de secado. Lo primero fue vaciar
todos los estantes afectados por el agua. Los libros mojados que pudieron
salvarse fueron colocados en el salón que se utiliza para eventos y diversas
actividades. Entre hoja y hoja colocaron papel secante para evitar que se
peguen entre ellas. Una vez que la absorción finalizó, las encuadernaciones se
colgaron en el techo y se les sacudió el polvo que arrastró la lluvia. Luego
fueron prensadas y deben esperar para ser restauradas. Gracias a un taller que
brinda el Congreso Nacional, la Biblioteca Cornelio Saavedra podrá hacerlo sin
cargo.
Empleados de la Biblioteca y
colaborados de la
Legislatura estiman que el proceso de secado durará otra
semana más en la que se intentarán rescatar mil libros. En ese tiempo y tal vez más, el lugar
debe permanecer cerrado y no podrán recibir libros mientras las
estanterías permanezcan mojadas y decidan cómo prevenir futuras inundaciones: “Estamos
programando sobre la marcha”, explica Gran.
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